domingo, 8 de enero de 2017

DIARIO PRINCESA TALÍA LORHAWK DE ANKHARA

CUADERNO DE BITÁCORA: DÍA 1

Me llamo Talía y soy la hija del rey vigente en Ankhara un reino próspero que hasta la fecha creía que era el único que existía. He decidido escribir este diario porque he aparecido en un plano, por lo visto, inferior de donde se sitúa Ankhara, si en algún caso me pasara algo espero que este cuaderno llegue a las manos de mi padre el rey Alastair II Lorhawk y si no pudiera ser, a mi compañera Nyree Treewhite o mi consejero Marc Bushax. De esta manera sabrán qué fue de la princesa heredera del reino.



Lo último que recuerdo de Ankhara es estar de caza subida en la copa de un pino con mi presa a tiro, cuando de pronto vi un haz de luz en la lejanía. Supongo que el sentimiento de curiosidad que me caracteriza hizo que bajara del árbol y fuera a ver qué era ese extraño haz de luz. Sinceramente, cuando intento recordar bajar del pino para ir a ver qué era esa luz los recuerdos se me nublan, como si tuviera lagunas. Lo siguiente que recuerdo con algo más de claridad es ir a través del bosque cuando pisé lo que parecía una trampa y caí. Fue como caer por un agujero hasta llegar y caer de culo en el suelo del subsuelo, el resto está todo oscuro en mi cabeza.


Tras eso no sé cuánto tiempo pasó ni dónde llegué exactamente. Lo siguiente que recuerdo fue notar un hormigueo en mis manos. Quise moverlas pero estaban atadas a mi espalda y tenía los ojos vendados, todo era oscuro y no se oía nada salvo y leve gruñido lejano. Pasaron como dos días, dormía de hito en hito siempre pendiente de cualquier sonido extraño del que defenderme si fuera preciso. El último día que pasé maniatada hacía un frío especialmente intenso y una pequeña brisa me acarició la nariz. Tras eso oí el violento rechinar de unas bisagras abrir paso a unas voces, intenté forcejear las cuerdas, y no cedían. Los extraños que entraron empezaron a gritar como queriendo atacar a aquello de donde procedía el gruñido que oía a diario. En la desesperación de querer ver y poder saber qué mierda pasaba, conseguí cortar las cuerdas con una piedra que me golpeó la pierna al abrir la puerta de forma tan violenta. Me quité la venda y rápidamente observé la situación; un monje atacaba a un monstruo que no acababa de reconocer bien, un herido apoyado en la pared al lado de la puerta por la que habían entrado y un joven blanco como la cal. Alcancé mi arco y el carcaj que sentí que aún estaban en mi espalda y lancé una flecha pero fallé. El monje y el joven blanco acabaron matando al bicho ellos solos.


Acabé uniéndome a ellos pues no presentaban una amenaza a primera vista y, sinceramente, suponían la única manera de poder salir al exterior y estaba yo en clara desventaja, no sabía dónde me encontraba y ellos parecían seguros de lo que hacían. El curioso grupo lo componían tres hombres, un monje llamado Alvion, un niño al que le llamaban Acheron y un semi dracónido que se llamaba Rhogar. Recorrimos la mazmorra donde nos encontrábamos y hallé entre otras cosas este diario donde ahora escribo. En él hay información sobre unos portales que supuestamente servían para el teletransporte. A lo largo de la mazmorra encontramos tres de esos, son círculos con una estrella de cinco puntas en el centro de estos. Necesitaba salir de allí para poder investigar por qué había uno de esos en el bosque de detrás de palacio que me había mandado a quién sabe dónde de Ankhara. Tenía que preguntarle a Nyree sobre aquello y solucionar esa anomalía.


Cuando casi estamos apunto de salir de la mazmorra otro haz como el que había visto antes de caer por el agujero cruzó la sala, al girarme de inmediato sobre mis pies vi al joven albino caer desplomado al suelo, Rhogar corrió a socorrerlo y yo le seguí, pero no podíamos hacer nada por él. Había muerto. Estaba confundida e inquieta, ¿de dónde había salido ese haz de luz? ¿era eso lo que le había cruzado el pecho a Acheron y lo había matado? Muchas preguntas me cruzaban la cabeza, y no solo eso, donde nos encontrábamos parecía ser las ruinas del antiguo palacio de la dinastía del Rey de la Torre ¿qué puta dinastía era esa? No la había estudiado con el tutor. Estaba casi segura que e Ankhara esa dinastía no existía.


Ibamos camino de la salida de aquellas ruinas y no podía quitar mis ojos de la extraña solería que pisábamos, era como si todas las losas cuadradas formaran un tablero de ajedrez sin fin. Solo puede oir cómo Rhogar y Alvion me gritaban al unísono "¡cuidado!" antes de que un tronco golpeara mi pecho violentamente. Había caído de lleno en la última trampa antes de salir a la superficie. El tronco me había roto las costillas de tal forma que sentía cómo se clavaban en mi pecho con cada respiración. El lagarto y el monje me ayudaron a recostarme sobre el mullido césped que nos daba la bienvenida al otro lado de las ruinas. No sabría decir si era cosa del dolor o de haber estado encerrada, lo que me pareció una eternidad, pero en el cielo había algo raro, algo que no era visible en el cielo de Ankhara. Una enorme mancha oscura cruzaba el cielo de punta a punta. Mareada por la pérdida de sangre y con la respiración entrecortada les pregunté qué era eso. Con una tranquilidad asombrosa me preguntaron que dónde había estado toda mi vida. Me reí para mis adentros, nerviosa por la cantidad de cosas que no era capaz de comprender. ¿Que dónde había estado? ¿dónde iba a estar? Supongo que solo tuvieron que ver mi cara para sacar un mapa que rezaba “Aribia”.


En definitiva, lo que yo creía que era una parte que no conocía de Ankhara no lo era, se trataba de otro reino llamado Aribia, en concreto me encontraba en la isla del Reino de Relquis. Por los dioses, dónde me había metido. Aúnque tanto el largarto como el monje usaron magia para sanarme yo sentía un dolor incesante en el costado que hacía que respirara despacio. Me recosté de nuevo en el césped observando la mancha del cielo preguntándome si eso de ahí arriba era Ankhara o no. Junto con este diario dejo el mapa que más tarde conseguí de Relquis.





De pronto apareció el elfo más grande, y a su lado el ser más pequeño, que en mi vida jamás había visto. Era un contraste sobrecogedor. El gigante se llamaba Kellern y el enano Algonedo. Los enanos no es una raza muy común en Ankhara por eso, cuando se acercó a mi algo dentro de mí hacía que mis sentidos estuvieran preparados para lo que pudiera hacer el enano en cualquier momento. Sin embargo, pudo apreciar como mi cuerpo a pesar del dolor estaba en defensa. Al rato consiguió curarme las heridas restantes que me oprimían el costado. Jamás se lo agradecí lo sifuciente.


Marchamos del claro en dirección a la casona de un tal Frederick, no sabía si él podría ayudarme con mi viaje entre planos pero ellos parecían confiar mucho en él. Llegamos por la noche a una casa enorme y fabricada mayormente en madera.Cruzamos el muro que la protege y de seguido entramos en la casa. Al subir las escaleras para ir a reunimos con Frederick pasamos por la puerta abierta de una habitación donde había un muchacho al que todos saludaron. Cuando vi al muchacho un pensamiento me cruzó la mente. Vaya cara de pánfilo...



Frederick nos recibió en su despacho. Alvion y Rhogar le contaron todo lo que pasó en la mazmorra y le dieron la noticia de la muerte de Acheron y le dijeron que me encontraron allí. Sin embargo, sentí cierta hostilidad de Frederick hacia mí. No sabría decir si esa hostilidad era por la muerte de Acheron, pues era palpable cómo le había afectado la muerte del muchacho, o porque simplemente no se fiaba de mí. Al final del parlamento, nos quedamos a solas e intenté sacarle algo de información sobre los supuestos planos.


-¿Qué es esto?- le inquirí colocando el mapa de Aribia sobre su robusta mesa de madera.
-Un mapa, señorita.- respondió con cierto tono de burla.
-Eso ya lo veo, me refiero, yo no soy de aquí; ni de Relquis ni de Aribia, soy de Ankhara ¿le suena de algo?- me tragué mis ganas de contestarle a ese tono de burla, pues al fin y al cabo no sabía si podría darme algo de información.
-Ah, pues muy bien ¿y eso dónde está?- mi paciencia se agotaba, ¿de qué iba? ¿qué pretendía?
-Pues no lo sé, supongo que es ese trozo de tierra que hay en el cielo, en Ankhara no hay ningún trozo de tierra que manche nuestro cielo azul. –un recuerdo de Ankhara me cruzó el pecho, Nyree y Marc deberían haber notado mi ausencia y mi padre se preocupa con facilidad. Me aterraba la idea de pensar en el sufrimiento que les podía estar causando.
-Supongo que puedo ponerla en contacto con algunos, conocidos que pueden saber de ese tema pero ya le digo que no es algo que se conozca aquí y viajar entre los planos es algo inaudito, hay leyendas sobre algunos que han bajado de plano, pero al fin y al cabo son eso, leyendas. -la desgana al hablar era palpable. -Mientras tanto puede quedarse aquí con nosotros, le daremos una habitación.
Eso último que dijo no lo oí y en un arrebato de impaciencia saqué de mi bolsa algunos de los efectos personales de aquel joven albino ya muerto y devorado por las ratas de la mazmorra. No me sentía orgullosa de haber saqueado su cuerpo como una vil ladrona pero necesitaba algo en lo que sustentarme y poder ganar algo de dinero. La bolsa cayó sobre el mapa de Relquis que estaba en la mesa como un rayo cruza el cielo en la noche lluviosa. El gesto de Frederick cambió y sin que me temblara la voz lo más mínimo le dije:
-Esto es lo que le pude quitar a Acheron antes de que lo devoraran las ratas, coja lo que desee, es suyo, el resto lo venderé. -un bonito broche escarlata lo mantuve apretado en mi mano dentro de la bolsillo con la esperanza que contra más apretara el puño, mi paciencia volviera más a mí.
-Bien- respondió sombrío. En silencio se incorporó de la silla y agarró unos objetos, supongo que simbólicos para darle un entierro digno en memoria de Acheron.
-Gracias,-recogí las cosas restantes de Acheron y el mapa y me dirigí a la puerta, la abrí y bajo el arco de la puerta me paré- muchas gracias por oírme y dejar que me quede, espero que sus contactos esclarezcan algo de este asunto. -giré sobre mis pies y cerré la puerta.

Ahora estoy en la habitación compartida con el resto donde me han asignado una cama. He visto a Frederick con los objetos de Acheron salir afuera cuando me he asomado por la ventana, no sé qué clase de enterramientos hacen aquí en Aribia pero, sin embargo, siento que he sido algo ruda con él en un primer contacto. Mañana le pediré perdón e intentaré llevarme bien con él. Por ahora, iré a lavarme un poco y descansar. Ojalá mañana, venga Marc a levantarme como cada día y esto no sea más que una pesadilla, aunque me temo, que se siente más real de lo que debería para ser una pesadilla.

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